urbanismo preventivo...


Emplazamiento de Santiago de Chile entre cordones montañosos por el levante y el poniente. (Spot Image)


Según los expertos, el cambio climático que experimenta el planeta se reflejará en graves inundaciones y sequías. El drama padecido por la ciudad argentina de Santa Fe, en donde el río  se empinó varios metros sobre su nivel normal, es una prueba al canto. El agua de una lluvia que precipitó algo más de 300 mm., transportada por el río Salado traspasa la defensa de crecidas e inunda  viviendas, escuelas, hospitales, industrias. El agua destruye con gran eficacia todo lo que encuentra a su paso, provocando ruina, enfermedades y perdidas superiores a los 200 millones de dólares.

Jonás Figueroa, 2003


Cada día conocemos más lo que sucede fuera de nuestro planeta. Pero, peligrosamente desconocemos los desencadenantes y efectos de los fenómenos telúricos y meteorológicos que  amenazan nuestras ciudades. Lo peor de todo sucede cuando la envergadura de estos desastres se incrementa a causa de la  presencia de las obras construidas  por el hombre. Estas no sólo desconsideran el ciclo y el régimen de los elementos, sino que también olvidan su existencia.

A pesar de los conocimientos tecnológicos que hoy poseemos, las urbanizaciones se instalan en suelos agrícolas de fragilidad ambiental, padeciendo el efecto nocivo de las inundaciones. Estas son algunas de las razones que llevan al surgimiento de una perversa asociación entre extensión urbana y riego natural y ambiental. De partida, hay que considerar que históricamente Santiago de Chile se instaló sobre un valle de inundación construido por  el material aluvional traído por los torrentes andinos. Cuestión que han seguido reproduciendo cada uno de los continuos crecimientos físicos, ocupando las vegas de los ríos y las quebradas. De paso, las ocupaciones urbanas han alterado la topografía natural tallada a lo largo de miles de años, introduciendo cambios radicales en los comportamientos de los fenómenos meteorológicos. Incomprensiblemente, hemos reducido los cauces urbanos de nuestros torrentes andinos; hemos transformado los brazos naturales de inundación en arterias y rellenado por desconocimiento los cauces naturales de las aguas lluvia.


Frente a ello, es de importancia estratégica introducir por medio de los instrumentos urbanísticos (diseño, planificación, etc.), acciones  preventivas sobre el suelo urbano, con el fin de controlar y aminorar la acción de los fenómenos naturales y ambientales.

En los últimos meses, la autoridad ministerial ha propuesto la incorporación de suelos del extrarradio rural para usos urbanos. En tal sentido, es conveniente   tener presente  en su calificación y diseño urbanístico las características topográficas del suelo. Hondonadas, vaguadas, vegas, vertientes, quebradas, cárcavas, etc. son datos ciertos acerca de la fragilidad de estas zonas al desastre natural. Aspecto que debe unirse con las toponimias de los sectores a urbanizar. Así, el arenal, el bajo, el zanjón, etc. son nombres que nos advierten de su fragilidad. Hoy en día más que nunca, la urbanística moderna debe ser una ciencia del diseño del suelo y de sus capacidades de acogida. Pero, también debe ser una ciencia de los elementos,  con dominio sobre la   hidrología urbana, los corredores de viento, los ejes verdes, las cuencas artificiales, la topografía construida, etc...

Las avenidas tienen una curiosa relación desde los romanos en adelante, con las avenidas o riadas meteóricas de aguas lluvia. En el caso chileno, sucede todo lo contrario: las avenidas oriente-occidente tienen escasa entidad en la hidrología  urbana. Los trazados norte-sur son pretiles que obstaculizan el escurrimiento y provocan inundaciones artificiales.  Estos viejos conflictos son materias pendientes, que necesitan ser corregidos en las nuevas urbanizaciones con el fin de proteger la vida de las personas y su patrimonio.


Trama hidrológica de  Santiago de Chile, una ciudad entre ríos. Información proveniente del Programa Ordenamiento Territorial Ambientalmente Sustentable (OTAS), del Gobierno Regional Metropolitano.


El gran crecimiento extensivo de la ciudad, experimentado durante las ultimas décadas, ha transformado Santiago de Chile en una ciudad encerrada entre cordones montañosos y entre ríos. Ambas características que ponen en riego la estabilidad ambiental de la ciudad a su vez, promueven el surgimiento de situaciones que se agravan por el hecho de emplazarse sobre un valle de inundación formado por los materiales depositados por los torrentes andinos. Asimismo este crecimiento extensivo ha promovido la colmatación del suelo plano disponible entre los dos cordones montañosos.

Si tenemos en cuenta los planes gubernamentales de ampliar en unas 30 mil hectáreas el suelo urbano, el urbanismo preventivo posible a aplicar en ello no puede ser diferente a que aquel que se sustente en razones ambientales, resolviendo los conflictos pendientes en tales materias y formulando una ciudad atenta con sus vulnerabilidades ambientales.


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